El alimento, recurso vital, parece no tener el valor que se merece: 1.300 toneladas de comida (1.300.000 kg) terminan en la basura al año, mientras que veinte mil niños mueren de hambre al día y una de cada siete personas se va hambrienta a la cama, según datos de la FAO.
El primer paso para conseguir un verdadero progreso en este aspecto es estar bien informados de las consecuencias que pueden generar nuestras decisiones alimentarias.
Las prioridades de los consumidores al anteponer la perfección estética de los alimentos, las plagas o la falta de un almacenamiento adecuado son algunas de las razones por las que más de un tercio de los alimentos que se producen ni siquiera llegan a las mesas. Los hábitos alimentarios como la adquisición abusiva en hogares, establecimientos de venta comestible y empresas dedicadas a la restauración, también contribuyen al despilfarro alimenticio, influyendo directamente en toda la cadena de producción.
Si se adquiriera solo lo que necesitamos, se podría evitar una producción masiva de alimentos y todo lo que ello supone.
Problemas derivados de la comida no consumida
La cantidad de comida no consumida genera en el medio efectos muy negativos, ya quelos recursos naturales usados en su preparación se habrán desperdiciado.
- Pérdida de bosques para dedicar la tierra a la ganadería y agricultura, produciendo el 80% de la deforestación mundial. Es una de las actividades que más afecta a la pérdida de biodiversidad.
- Gran consumo de agua, el 70% del gasto total mundial : 1000 litros de agua son consumidos en la producción de 1 litro de leche, y 1600 para una sola hamburguesa.
- Alto desperdicio energético, en forma de electricidad y combustible utilizado para la producción y transporte.
- Además los alimentos en descomposición de los vertederos producen emisiones significativas de metano, un poderoso gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global.
Aquellos que terminan interviniendo en la cadena alimentaria, desde la producción, el transporte, el almacenamiento y el consumo pueden colaborar en el cambio hacia un comercio más justo y sostenible con medidas muy sencillas.
Posibles soluciones
Reduciendo los alimentos desperdiciados se podría ahorrar dinero y recursos. Esto es posible adoptando sistemas alimentarios más sostenibles y equitativos:
- Elegir alimentos cuya elaboración ha tenido mínimos impactos en el medio, como es el caso de los productos procedentes de agricultura ecológica.
- Replantearse los criterios aplicados, por parte de las empresas y consumidores, para rechazar alimentos agrícolas perfectamente comestibles en los que priman la estética del producto.
- Fomentar la productividad de los pequeños agricultores, que cultivan la mayor parte de los alimentos en el mundo.
- Mejorar las infraestructuras y tecnologías empleadas tras las cosechas, para reducir las pérdidas por perecer antes de llegar a los mercados.
- Racionalizar las fechas de caducidad empleando otros sistemas de etiquetado más eficaces.
- Buscar destinos alternativos para los alimentos no consumidos, por ejemplo el compostaje y posterior utilización como abono.
Actualmente hay numerosos programas y proyectos que pretenden atenuar esta dura realidad, como es el caso de la campaña propuesta por la ONU Piensa, aliméntate y ahorra. Con ella se pretende fomentar un uso más racional y correcto de la comida en el día a día de la sociedad y crear conciencia de la enorme necesidad de reducir la cantidad de residuos alimenticios que producimos.
Conseguirlo depende, como siempre, de las decisiones individuales que finalmente se tomen. Un ejemplo de aceptación de este compromiso es la plataforma ciudadana contra el despilfarro de alimentos Comida Basura, tu basura un tesoro, creada en Madrid, cuyo objetivo es cocinar y comer comida reciclada en cenas populares.
No malgastar el alimento, pensando siempre en que debemos conservarlo para nuestro futuro es esencial para realizar un consumo responsable que pueda sostenerse a largo plazo.
Todos podemos formar parte de los agentes del cambio.