El mayor orgullo de todo cultivo en pequeño formato es llegar a ser algún día un huerto biointensivo, aquel en el que es posible cultivar todos los alimentos de una dieta completa en un espacio muy reducido.
Esta utopía puede ser posible si en nuestro huerto somos capaces de establecer asociaciones, combinaciones de distintas especies en un mismo espacio aprovechando al máximo los recursos disponibles, sin que se produzca una sobreexplotación que conlleve desequilibrios en nuestro sistema.
Para compartir el reducido espacio sin que se creen conflictos, es necesario conocer a fondo las características de las hortalizas que formarán parte de esta vecindad huertana. Este punto es importante, ya que en función de las características físicas, ritmos de crecimiento o resistencia se pueden dar relaciones positivas de unas plantas con otras.
Una asociación por dónde empezar: TOMATE + LECHUGA + CEBOLLA
El éxito de esta combinación se debe a que cada una tiene un ritmo de crecimiento diferente, lo que también nos permite obtener cosechas escalonadas durante varios meses. Los pasos a seguir son:
- Plantación de las tomateras, separadas unos 40 cm unas de otras.
- Entre ellas se plantan 2 lechugas, desde plantel, separadas entre sí 20 cm.
- Por los márgenes se plantan cebollas desde plantel, separadas unos 15 cm.
Las lechugas tienen un ciclo corto, la cebolla medio y la tomatera largo. Por tanto, a las 6 semanas ya se pueden empezar a recolectar las lechugas, que han crecido sin suponer ningún inconveniente para cebollas y tomates, que todavía no han llegado a su máximo desarrollo. Finalmente, cuando a mediados de verano se recojan ya las cebollas, las tomateras igualmente podrán dar el último estirón sin que nadie las moleste hasta el final de verano.
Pero todavía hay más: “FEELING” ENTRE PLANTAS
Las plantas con las exudaciones de sus raíces y su actividad biológica pueden modificar las condiciones bioquímicas del sustrato, potenciar la actividad microbiana o estimular el desarrollo de otras plantas, por lo que existen afinidades de unas especies con otras.
Un caso son las cebollas, y sobre todo los ajos, que aportan nutrientes al suelo porque sus raíces están asociadas a unos hongos micorrizas, que entre otros beneficios movilizan gran cantidad de nutrientes que antes no estaban a disposición de las plantas, aumentando la fertilidad del suelo. Y además, producen una sustancia irritante (sulfóxido de tiopropanal, que es lo que nos hace llorar los ojos al cortarla) como defensa ante el ataque de patógenos hacia ella o las plantas de alrededor.
Son múltiples las influencias favorables o desfavorables entre plantas, por lo que este tema puede convertirse en un atractivo más de nuestro huerto, un laboratorio en el que experimentar y observar las avenencias y discrepancias entre los habitantes del huerto tal Gran Hermano Huertano.