Las empresas cosméticas de más del 80% de países del mundo experimentan con animales. Millones de animales sufren cada año con estas dolorosas pruebas y, o bien mueren o bien son sacrificados para realizarles test post mortem. En Europa, sólo el Reino Unido y Holanda prohíben éstos experimentos en la industria cosmética.
Como consumidores, tenemos el poder de no apoyar estas prácticas, en primer lugar informándonos y en segundo lugar comprando de forma ética.
Garantías
Muchas veces resulta confuso detectar que productos son “sin testar en animales”. A día de hoy, la legislación sobre la comunicación empresarial sobre este tema es bastante laxa. La ley exige que el etiquetado sobre la experimentación en animales sea “fiel a la realidad”, pero en la práctica no se realiza ningún control para garantizarlo, y se deja esa responsabilidad a la empresa. Por tanto, las afirmaciones del fabricante pueden ser ciertas, o pueden ser simplemente estrategias de márquetin basadas en verdades a medias; por ejemplo, el producto final puede no haber sido testado, pero sí sus ingredientes.
Entonces, ¿cómo podemos asegurarnos de que un producto realmente no ha sido testado en animales? Pues la respuesta nos la dan los certificados ecológicos. Los productos ecológicos certificados, sea cual sea la certificación (EcoCert, BDIH, SA…), tienen completamente prohibido la experimentación con animales. Ésta es una de las normas más estrictas de los sellos ecológicos. Por tanto, la mejor garantía que podemos recibir de que un producto respeta los derechos de los animales es que esté certificado.
Por otro lado, a principio del año 2012 la organización de protección de los animales BUAV, una de las más importantes, inicio una campaña internacional bajo el lema “Cruelty free” (Sin crueldad). Han desarrollado un sello que se conoce como “Leaping Bunny” (Salto del Conejo). El procedimiento que siguen consiste en someter a las empresas a auditorias independientes, de manera que, en base a las cuentas que se revisan, comprueban si las compañías hacen pruebas en animales.
La experimentación con animales
Los animales que se suelen usar en las pruebas son ratones, cobayas, conejos y gatos. Para valorar las reivindicaciones de las organizaciones de protección de los animales, es interesante conocer las prácticas generalizadas que se realizan en los experimentos, no solo cosméticos, sino de todo tipo. Algunas de las pruebas que se les hacen a los animales consisten en:
- Irritarles la piel y ojos con los productos
- Efectuarles pruebas de toxicidad oral (son forzados a ingerir tóxicos una o repetidas veces)
- Irradiarles, mutilarles, quemarles, gasearles y electrocutarles
- Privarles de sueño, agua o alimento, o por el contrario alimentarles forzosamente
- Contagiarles de enfermedades
Y la pregunta que debemos hacernos, es ¿todo esto es necesario? ¿Por qué se hacen pruebas en animales? Pues porque algunos de los ingredientes utilizados se cree que pueden ser peligrosos para los humanos, y esto es porque la inocuidad de dichos componentes no ha sido demostrada. Es decir, se utilizan ingredientes tóxicos o dudosos para la elaboración de las fórmulas cosméticas, básicamente porque son más baratos. Si estos ingredientes se substituyeran por otros biológicos e inofensivos, no habría necesidad de realizar test en animales; de hecho se hacen pruebas con humanos voluntarios, no para evidenciar la no peligrosidad de los productos, que es remota, sino su efectividad.
Cada vez más, la ciencia nos da métodos alternativos para la investigación. Por ejemplo, se realizan ensayos en Epidermis Humana Reconstruida, que de hecho es una técnica más efectiva. También se efectúan pruebas con proteínas in-vitro (tubos de ensayo), o sobre células para comprobar la fototxicidad. Además, existe una base de datos de la Unión Europea con fichas de más de 20.000 ingredientes, de los que se ha demostrado su seguridad.
Consumo ético
Además de los cosméticos, muchos otros productos son testados con animales de forma habitual: productos de limpieza, farmacéuticos, agroquímicos, comida para mascotas, bebidas alcohólicas, tabaco...
Está en nuestras manos consumir de forma ética y responsable y no ser cómplices del sufrimiento de los animales. Tenemos un poder muy grande, a menudo infravalorado, el poder de elegir con nuestras compras.