Ayer os hablábamos sobre la superficie de sembrado, el riego, el tiempo, el clima, y la multitud de diferencias que existen entre cada especie de planta. Si queréis consultar el artículo anterior, aquí lo tenéis. Si no, ¡continuamos hablando de las particularidades!
6: Pasarnos de buenos
La generosidad con nuestro querido huerto también puede pasarnos factura: si invertimos en un sustrato de calidad, la necesidad de abono se reducirá drásticamente en comparación a si sembráramos directamente sobre la tierra. Los sustratos son muy abundantes en nutrientes, y la tierra puede estar desgastada o tener alguna carencia de fertilidad, por lo que el abonado sería primordial en el segundo caso, y recomendable, en una cantidad más pequeña, junto al sustrato.
Sucede que, al añadir demasiada cantidad de abono a nuestro macetohuerto, las plantas se pueden intoxicar. Por suerte, al igual que sucede con el agua, nos avisan: si les falta nutrientes, lo veremos y podremos compensar; si les sobra, nos daremos cuenta cuando ya no haya manera de retirarles el exceso. Así que, ¡poco a poco!
La clave, en este sentido, es adquirir productos de calidad y emplearlos con responsabilidad.
7: Pensar que todas son amigas
Para nosotros, el huerto es felicidad. Nos hace disfrutar y nos relaja, y nos hace sentir genial. Todo nos parece bien. Pero tenemos que verlo desde la otra perspectiva: ¿seguro que los ajos quieren estar cerca las judías? Que las fresas y los ajos se entiendan, por un lado, y las fresas y las judías también, no significa que las combinaciones entre ellas sean posibles. En nuestro huerto, "el amigo del amigo no siempre será su amigo".
Algunas plantas consumen nutrientes diferentes a otras, por lo que, juntas, no sólo ahorran espacio, sino que se complementan, y permiten que cada una coja la mayor cantidad posible de su "comida favorita". Y al contrario: si su nutriente principal es el mismo, van a desgastar la tierra centrándose en un elemento, ignorando otros, y dejando suelo sin aprovechar, mientras se pelean entre ellos. Así, sólo conseguimos que crezcan débiles, o que no se desarrollen.
Las características de las plantas también son un factor clave: si juntamos una lechuga con una zanahoria, crecerán a la perfección, porque, mientras la primera crece hacia arriba y ocupa lugar en la superficie, la segunda lo hace hacia abajo, dejando por encima apenas algunas hojas. No compiten por el espacio, y ambas crecen sanas.
Por último, otras asociaciones se hacen por necesidad. Los ajos son los grandes guardaespaldas de las fresas, porque actúan como repelente para algunas plagas. ¿Cómo no se van a llevar bien?
La naturaleza: una ciencia inexacta
8: Olvidar que estamos jugando con la naturaleza
Las plantas no están hechas para crecer entre hormigón y polución, por lo que no podemos olvidar tratarlas como se merecen, acercándolas lo máximo posible a su entorno original, fuera de la ciudad.
Existen cientos de pequeños detalles que no pensamos. Para comenzar, el sistema de riego: ¿acaso la lluvia cae en forma de manguera? A un robusto árbol le dará igual, pero moverá las semillas recién sembradas y las sacará a la superficie. La mejor forma de regar, por tanto, será con un aspersor, un difusor, una regadera o mediante exudación, sin mover la tierra con el impacto del agua. La hora del riego también es fundamental: si, en verano, las regamos a las doce del mediodía, refrescando las hojas, con toda la buena voluntad del mundo, posiblemente hagamos que el sol las abrase, porque el agua actúa como una lupa, concentrando los rayos y quemando las plantas. La mejor hora, en este caso, sería al caer la tarde, y evitando remojar las hojas, ¡que ya se encargan las raíces de mandarles agua!
Otro detalle que se ignora es que la naturaleza no se detiene. Sí, no sólo es ´nosotros y nuestro huerto´: existen las aves, los insectos y las plagas. Si no queremos que los pájaros hambrientos devoren nuestros brotes, una malla es una buena inversión. Y si queremos eliminar las plagas ´con naturalidad´, ¿qué tal si, la próxima vez que veamos una mantis religiosa, hacemos lo imposible por que se quede? Devorará encantada a los "bichitos molestos" que se ensañan con nuestras plantitas. También podemos llamar la atención de la fauna auxiliar: las abejas acudirán al aliso como si no hubiese mañana, y si les creamos un ambiente adecuado, ¡lo que no querrán es irse! La biodiversidad es el indicador más fiable de que estamos haciendo un buen trabajo.
Por último, si las plantas sufren alguna enfermedad o plaga que las especies auxiliares no son capaces de combatir, existen tratamientos ecológicos para casi todo: desde carencias de nutrientes hasta control de pequeños visitantes indeseados.
9: No respetamos el ritmo de la naturaleza
A estas alturas, os habréis dado cuenta de que, en el huerto, la prisa es una mala compañera. La naturaleza lleva millones de años avanzando a su ritmo sin que estemos nosotros, y si no ha cambiado, ¡será porque le gusta así!
Lo mejor que podemos hacer por nuestro huerto es adaptarnos a su velocidad: es mejor cuidarlo un poquito cada día, que una vez por semana. Apreciaremos mejor su avance y sus necesidades, y sin duda, se convertirá en nuestro momento de relajación diario. Es esencial disfrutar el proceso, lo cual nos lleva al fallo más importante e imperdonable:
10: No aprender de los errores
Consumir los frutos de nuestro esfuerzo será gratificante, pero disfrutar el camino es, como mínimo, igual de importante. Un macetohuerto, nuestro huerto urbano, nos permite aprender lo más esencial del ciclo de la vida. Es algo empírico, que vemos y tocamos, propio de cada lugar, porque no se trata de una ciencia exacta: ni siquiera, en las mismas condiciones de luz, agua, suelo y calor, crecerían igual las mismas semillas. Porque existen personas altas y delgadas, y al contrario. Porque, igual que existen cientos de tipos de personas, cada semilla es un mundo, como lo es cada uno de los miles de factores que intervienen en su crecimiento.
Si un año no nos ha funcionado, no habremos fracasado: habremos aprendido cómo no se hace. ¡Seguro que sabremos mucho más de cara a la siguiente cosecha! Las guías de Planeta Huerto y los artículos de la revista os pueden ser muy útiles, al igual que nuestro consultorio, los libros, o los miles de foros y páginas dedicados por todo Internet. No lo dudéis: lo más importante del huerto es disfrutarlo y aprender, y así, como hacen nuestras pequeñas plantas, nos servirá para crecer y madurar.