Las orquídeas son plantas de formas raras, o mejor dicho, complejas. Dentro de esta original y numerosa familia (es la familia que más especies tiene dentro del reino vegetal, entre 20.000 y 30.000, según autores) podemos encontrar flores con una gran variedad de colores, formas y tamaños.
Están presentes en la mayoría de las regiones del mundo, pero su zona preferida son los trópicos. Cabe destacar, que nunca representan el elemento dominante, como puede ocurrir con las gramíneas en un prado, sino que se encuentran muy localizadas.
En general, pues, como hemos dicho, la familia es muy numerosa, la flor de la orquídea es de tipo tres. Esto quiere decir que es irregular porque un pétalo es distinto a los otros dos y la parte central está compuesta por una pieza compleja.
Las orquídeas son plantas entomófilas (quiere decir que son polinizadas por insectos) esto se demuestra por la complejidad de sus formas y llamativos colores. De hecho, en alguna ocasión la orquídea está adaptada a una sola especie de insecto, haciendo imposible su fecundación si se intenta cultivar fuera de su lugar de origen. Además, desde la germinación hasta los primeros estadios de su vida, a veces incluso más, está obligada a asociarse con un hongo para asegurar su supervivencia.
En definitiva, las orquídeas han ido adoptando soluciones a sus problemas de nutrición (con los hongos) y reproducción (con los insectos). Aun así, esta dependencia también hace que la planta sea frágil, pues depende de los insectos, que, por ejemplo, pueden disminuir por el uso de insecticidas en agricultura.
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