Hacer que germine una semilla no es una tarea tan simple como parece. Si nos equivocamos en alguno de los requisitos que necesita o no tenemos en cuenta algunos factores importantes, nuestra planta no germinará. En Planeta Huerto te contamos lo que hay que saber para evitar que esto pase.

Sobre el clima y el riego

Generalmente una semilla no puede germinar a menos de 15ºC o a más de 50ºC, pero cada especie tiene su propio intervalo: hay que estar muy atento porque este factor es fundamental en el desarrollo del cultivo. Los invernaderos ayudan a conservar el calor en épocas de temperaturas bajas. Si lo que queremos es proteger del calor, plantaremos en zonas donde no dé el sol todo el día o utilizaremos una malla sombreadora. También hay que tener en cuenta las necesidades de luz de cada especie, por supuesto.

Algunas semillas necesitan frío: mételas en el frigorífico con sustrato, como si las hubieses plantado en un semillero, y humedécelo de vez en cuando, durante un mes o dos. Este proceso se llama vernalización, y es útil si se ha pasado la época de siembra de algunos cultivos como las fresas. La alternativa a esta opción es plantarlas en otoño, el momento en el que se siembran la mayor parte de las especies. Cada semilla tiene su época de siembra y hay que respetarlo para asegurarnos de que van a prosperar.

La clave es regar a diario para mantener la tierra húmeda, pero sin pasarse: el riego, ni en abundancia, ni muy escaso. Un truco muy rápido para controlarlo es introducir un dedo hasta la mitad en el sustrato. Si la punta está seca, hay que regar urgentemente; si está húmeda, lo estamos haciendo bien. Un programador de riego siempre es un buen aliado para mantener una humedad constante: en este artículo te explicamos cómo escoger el que más se adapte a tus necesidades.

Sobre el suelo

La labranza es el primer paso para conseguir un cultivo próspero: al remover la tierra se aflojan las capas superficiales, que retendrán mejor la humedad y permitirán la circulación de oxígeno de forma fluida. Dependiendo de la extensión del huerto, podremos hacerlo con motoazada o a mano, con herramientas de mango largo. En zonas áridas, cuanto más labremos la tierra, mejor se desarrollarán las plantas, ya que absorberán mejor el agua. Importante: se debe evitar labrar en lugares húmedos previamente a la época de lluvias, o la tierra se convertirá en barro y no se podrá cultivar adecuadamente.

Si tenemos un huerto urbano, lo más importante es elegir correctamente el tipo de sustrato. Aquí te explicamos todo lo que necesitas saber sobre los sustratos.

¿Y qué pasa si el suelo no tiene suficiente drenaje y no se airea? Lo más probable es que la semilla se pudra o que los hongos ataquen a la planta, puesto que son atraídos por la humedad. Para evitarlo, guía el agua hacia donde te interese: modela las pendientes, nivela el terreno o crea un canal para que no se acumule el agua.

Es esencial que las semillas se planten a la profundidad adecuada, para garantizar el correcto desarrollo del tallo y del sistema radicular.

También es importante que el pH oscile entre 5.5 y 7, dependiendo del suelo que requiera cada especie. Para calcularlo, puedes utilizar un medidor: si es muy ácido, añade cenizas de madera natural (como por ejemplo, las que sobran después de una barbacoa). Si es muy alcalino, añade materia orgánica, ¡o los posos del café! Existen muchos residuos de casa aprovechables en nuestro huerto.

Hay que tener en cuenta el tipo de suelo que necesita cada semilla:

Tierras francas

Las tierras francas son ideales porque son sueltas, fértiles y retienen bien la humedad por la cantidad proporcionada de arcilla que tienen.

Tierras arcillosas

Las tierras arcillosas están compuestas de partículas muy finas, tienen un drenaje más pobre, tardan en secarse y se endurecen. Por tanto, son más difíciles de trabajar.

Tierras arenosas

Las tierras arenosas se trabajan mejor porque son más sueltas y se secan rápidamente, pero retienen mal la humedad y los nutrientes. Este problema lo solucionaremos añadiéndole al suelo mantillo o humus.

Sobre la asociación y rotación de cultivos

Hay que sacar el máximo partido a los recursos que tenemos: al igual que hay cultivos que se benefician entre sí porque tienen diferentes necesidades, e incluso pueden llegar a complementarse, hay otras combinaciones que perjudican mutuamente su desarrollo porque compiten por obtener los mismos nutrientes. Un ejemplo de buena asociación es espárragos con guisantes y pepinos. Pero hay muchas más: si quieres profundizar en el tema, puedes leer el artículo sobre asociar cultivos.

¿Qué se ha plantado antes en ese suelo? Algunos cultivos agotan la materia orgánica rápidamente, mientras que otros generan más de la que consumen. De esta manera, podemos plantar un cultivo que requiera más materia, y cuando hagamos la rotación en la siguiente temporada, podremos sembrar en ese mismo terreno otro menos exigente. Así aprovecharemos más tiempo el sustrato, en el caso de un huerto urbano, y evitaremos el empobrecimiento de la tierra, en caso de una huerta grande. La rotación de cultivos nos ayuda a ahorrar y también contribuye a la biodiversidad, ya que cada especie atrae a unos insectos. En este artículo te explicamos cómo planificar las rotaciones en tu huerto.

Sobre el tipo de semilla y su calidad

Lee atentamente las instrucciones que aparecen detrás de cada paquete de semillas: cada semilla requiere una profundidad y un espacio diferentes (distancia de sembrado entre semillas), tanto para germinar adecuadamente como para desarrollarse totalmente una vez está creciendo.

Prueba de germinación

Coge varias semillas y ponlas en una tela previamente empapada y exprimida. Envuélvelas y cubre todo con papel de aluminio para conservar la temperatura. Déjalas en un lugar cálido y revisa diariamente que no les falte agua. Al cabo de unos ocho días observa cuántas han germinado: si de 10 lo han hecho 7, el porcentaje de germinación es del 70%.

Acelerando la germinación

Si quieres acelerar el proceso de germinación, déjalas en un recipiente con agua: 4 horas para las más pequeñas, y hasta 24 para las más grandes.

Sobre su conservación

La viabilidad y la calidad de las semillas depende mucho de cómo las conserves: tanto las especies que compremos como las que recolectemos deben guardarse en un lugar fresco y seco. Utiliza un tarro de vidrio que quede herméticamente cerrado, y ponlo en un sitio donde no le dé el sol y no tenga contacto con la humedad. También puedes adquirir una bandeja conservadora de semillas, donde tenerlas todas bien organizadas y clasificadas.

Si tenemos todo esto en cuenta, las plantas germinarán de forma correcta. Ten en cuenta que algunas tardan un par de días, ¡y otras tardan meses! No desesperes: si has seguido estos consejos, con el tiempo podrás disfrutar de tus cultivos.